"Fuisteis hechos `cristos´ cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo" “Ser hijo de Dios” es la vocación fundamental (D. 4º Pascua B 2ª lect. (21.04.2024)

Si hombres y mujeres, casados y solteros, son “imagen de Cristo”, el Espíritu tiene libertad para dotarlos de cualquier vocación eclesial específica

Comentario:ahora somos hijos de Dios” (1Jn 3,1-2)

El domingo del Buen Pastor y cuarto de Pascua celebra la Jornada Mundial de oración por las vocaciones y la Jornada de vocaciones nativas con el lema, «Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros». Expresa la actitud básica cristiana, inscrita en el Padrenuestro, ante la voluntad del Padre. Y proclama la conciencia cristiana: “Todos discípulos, todos misioneros”. Recogido de la Parte II de la “Síntesis de la Primera Sesión del Sínodo de los Obispos (28 octubre 2023”. Se pretende articular la vocación cristiana fundamental con las vocaciones específicas de vida consagrada, laical, “ordenada” …

La segunda parte de esta carta (2,29-4,6) desarrolla la vocación básica del cristiano: vivir como hijo de Dios. - Obrar su justicia: “Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él” (2,29). La justicia divina es amar como Dios. Quien así actúa, dice, ha nacido de Dios, es hijo. - Amor mutuo: “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos” (3,11-24). - Creer a Jesús: “todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios” (4,1-6).

“Ser hijo de Dios” es nuestra vocación fundamental: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”.En esta carta, aparece cuatro veces el título de “hijos de Dios” (“tékna theoú”: 3,1; 3,2; 3,10; 5,2). “Huiós theoú”, hijo de Dios, sólo le utiliza respecto a Jesús. Tenemos por gracia el Espíritu que la persona de Jesús tiene por naturaleza. En forma imperativa (“ídete”: mirad, daos cuenta, entended, experimentad…), somos llamados a vivir como hijos de Dios. “Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (Rm 8,14). Cuando no nos dejamos llevar por el Espíritu divino, Dios nos ama igual y nos considera hijos. Pero nuestra libertad nos saca de la casa del Amor, y nos entra en el “mundo”, entendido como reino del egoísmo.

El bautismo incluye la llamada a ser hijo de Dios. Podemos decir como Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres…» (Lc 4,18s). Releamos la tercera catequesis mistagógica (guía a comprender los misterios-sacramentos) de San Cirilo de Jerusalén (s. IV). La leímos el viernes de la octava de Pascua en Oficio de Lectura: “Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición semejante a la del Hijo de Dios… Fuisteis hechos “cristos” cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo; todo se realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo… De modo similar, después que subisteis de la piscina bautismal, recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. Respecto a lo cual, Isaías, en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor, dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres” (Cat. 21, 3,1-3: PG 33).

Esta unción iguala en dignidad cristiana y capacita para recibir dones vocacionales más específicos: “Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,27s). Si hombres y mujeres, casados y solteros, son “imagen de Cristo”, el Espíritu tiene libertad para dotarlos de vocaciones específicas. “No apaguéis el Espíritu… Examinadlo todo; quedaos con lo bueno” (1Tes 5,19ss).

El `mundo´ no nos conoce porque no lo conoció a él”. Corremos sus mismos riesgos: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán…” (Jn 15, 21). “Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí” (Jn 16,2-3). Toda persona e institución puede caer en la tentación de sustituir el Evangelio por “la sabiduría del mundo”: servir al dinero, al poder, al honor, “tiranizar y oprimir como los jefes y grandes de los pueblos” (Mc 10,42). Perversión que puede llegar hasta matar en nombre del “Padre celestial que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45). 

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Alusión a la consumación de la esperanza cristiana. Nuestro futuro es participar de su misma condición, de su gloria, de Cristo resucitado.

Oración:ahora somos hijos de Dios” (1 Jn 3,1-2)

Jesús, Hijo de Dios, lleno de Espíritu Santo:

hoy somos invitados a “mirar” nuestra vocación;

nuestra vocación primera y básica es el Amor:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre

para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!

El Padre nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo

para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.

Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,

según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos,

para alabanza de la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos ha concedido en el Amado” (Ef 1,4-6).

El Amor lo hemos conocido en tu vida, Jesús:

en esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:

en que Dios envió al mundo a su Unigénito,

para que vivamos por medio de él.

Si Dios nos amó de esta manera,

también nosotros debemos amarnos unos a otros.

A Dios nadie lo ha visto nunca.

Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros

y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn 4,9-12).

El mundo no nos conoce porque no te conoce a ti, Jesús:

el mundo de la codicia cree imposible tu Amor gratuito;

el mundo se apoya en la fuerza bruta de tiranos y opresores;

el mundo valora el dinero ocultando la injusticia por donde vino;

el mundo reconoce el brillo de la cultura y el arte,

disimulando la opresión y la miseria.

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene

y hemos creído en él.

Dios es amor, y quien permanece en el amor

permanece en Dios y Dios en él.

En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros:

en que tengamos confianza en el día del juicio,

pues como él es, así somos nosotros en este mundo.

No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor,

porque el temor tiene que ver con el castigo;

quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero.

Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano,

es un mentiroso;

pues quien no ama a su hermano, a quien ve,

no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4,16-20).         

Este es, Jesús, tu regalo pascual por excelencia:

con tu Amor los discípulos se sintieron perdonados

sin reproches, sin explicación de su abandono...;

con él les vino tu paz, tu alegría, tu esperanza;

con él supieron que serían semejantes a Dios porque le verían como es.

En la vocación del Amor surgieron otras vocaciones:

enraizadas todas en tu amor y en tu misión:

“todos discípulos, todos misioneros”;

solteros y casados, hombres y mujeres, somos llamados:

a anunciar el Evangelio a quien lo desconoce del todo;

a educar en la fe, en actitudes, en discernir lo mejor…;

a cuidar la unidad y la ayuda mutua;

a vivir en soltería o en matrimonio, por el reino de Dios;

a presidir y celebrar tu memoria y tu presencia, Jesús…

            a curar toda dolencia y expulsar demonios…

Reaviva, Jesús, en nosotros tus entrañas:

para organizar nuestra vida desde tu Amor pastoral;

para elegir prioridades necesarias y urgentes;

para denunciar la ausencia de tus entrañas,

especialmente en quienes presumen o abusan de ellas;

para desechar venganzas, imposiciones, marginaciones, exclusiones...;

para remover lo que nos aleja de los necesitados;

para identificarnos contigo, Jesús pobre, humilde, marginado...

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