"Ucrania no solo está defendiendo su tierra. Los ucranianos están defendiendo los valores fundamentales de la democracia y la libertad" Carta desde las heridas de Ucrania

Sor Lucía, de nuevo en Ucrania
Sor Lucía, de nuevo en Ucrania

Quiero hoy, una vez más pedir que nos unamos para ayudar, para aliviar el dolor. Os suplico que hagamos todo lo que esté en nuestro alcance para poner fin a esta tragedia y para asegurar que los ciudadanos ucranianos puedan vivir en paz y libertad

Es terrible el precio en vidas humanas trituradas por la guerra, que se está pagando; y es espeluznante  ver la tremenda injusticia que aflige a un pueblo que está siendo atacado, invadido y sometido a inimaginables sufrimientos, violaciones y agresiones perversas

No podemos permitir que el sufrimiento de Ucrania caiga en el olvido. Debemos recordar que su dolor es nuestro dolor, su lucha es nuestra lucha. Solo a través de la solidaridad y la acción conjunta podemos esperar poner fin a esta crisis y construir un mundo más justo y pacífico para todos

Escribo hoy con una angustia profunda, con el corazón lleno de pesar y con una sensación de impotencia y dolor muy grandes. La guerra de Ucrania no solo no se acaba, sino que se recrudece en violencia, crueldad, en desigualdad, en criminalidad.

Lo que vivimos en nuestra reciente visita a Ucrania, sacude con fuerza la tranquilidad y el silencio de esta Semana Santa, cuya primera estación, fue sin duda, la visita al Hospital de Kiev, al lado de los heridos de esta guerra cruel.

Campaña de ayuda en Ucrania
Campaña de ayuda en Ucrania

Nos tocó vivir una experiencia amarga de sobresalto que lamentablemente ya es cotidiana para los ucranianos: los ataques en los que experimentamos el impacto de la onda expansiva, sintiendo el sonido atronador de las explosiones, mientras los búnkers se iban llenando de personas que en silencio buscaban un refugio para ponerse a salvo. Y a los pocos minutos constatar los destrozos que causó el misil destruyendo edificios enteros y dejando heridos y mucha sensación de impotencia.

Es terrible el precio en vidas humanas trituradas por la guerra, que se está pagando; y es espeluznante  ver la tremenda injusticia que aflige a un pueblo que está siendo atacado, invadido y sometido a inimaginables sufrimientos, violaciones y agresiones perversas.

La escalada de violencia que azota a la población civil y a los que luchan en el frente con desventajas en hombres y municiones, y la destrucción de las estructuras que provocan falta de suministros esenciales en una población que está extenuada ante tanto ensañamiento: Clama al cielo.

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La crueldad de la guerra y la brutalidad con la que se están perpetrando actos de violencia contra los ciudadanos ucranianos es inimaginable. Nunca imaginé estar viviendo tan de cerca las consecuencias del mal que somos capaces de hacer los humanos. Repugna a la sensibilidad y no hay nada que lo justifique

Nunca imaginé estar viviendo tan de cerca las consecuencias del mal que somos capaces de hacer los humanos. Repugna a la sensibilidad y no hay nada que lo justifique

He tenido el desgarrador privilegio de encontrarme con aquellos que han sido heridos en este conflicto. Sus historias son desgarradoras, sus cuerpos mutilados revelan la barbarie y el ensañamiento de los que abrieron sus carnes y las despedazaron, las descoyuntaron, con el solo objetivo de hacerles daño y de martirizarlos. Ellos, están crucificados, amarrados a sus camas de hospital, luchando por la vida e intentando mantener alto el espíritu y la moral, aunque algunos están hundido en el dolor y en la desolación. Y aunque la mayoría intenta sobreponerse a esta adversidad, fácilmente se rompen porque están marcados por el sufrimiento físico y moral que han experimentado. Es difícil encontrar palabras para expresar la injusticia de lo que están enfrentando y para describir lo que se siente estar tan cerca del dolor sin paliativos de aquellos a los que les han despellejado la vida, las esperanzas y sus proyectos.

Sor Lucía, con uno de los enfermos
Sor Lucía, con uno de los enfermos

Las pérdidas son inmensurables. No podemos ignorarlas. Cada vida perdida, cada cuerpo mutilado, cada hogar destruido, cada niño huérfanos, cada viuda, cada anciano indefenso en medio de sus ciudades arrasadas, nos recuerda la urgencia de nuestra solidaridad y de nuestra acción.

Quiero decirlo alto y claro: Ucrania no solo está defendiendo su tierra. Los ucranianos están defendiendo los valores fundamentales de la democracia y la libertad. Están defendiendo no solo su propio futuro, sino también el de Europa y, de hecho, del mundo entero. La tiranía y el afán insaciable del imperialista y genocida, Putin, no tiene freno. Sus acciones buscan usurpar la libertad y la autodeterminación de los pueblos manifestando un desprecio absoluto por la vida  de las personas y de las naciones.

s pérdidas son inmensurables. No podemos ignorarlas. Cada vida perdida, cada cuerpo mutilado, cada hogar destruido, cada niño huérfanos, cada viuda, cada anciano indefenso en medio de sus ciudades arrasadas, nos recuerda la urgencia de nuestra solidaridad y de nuestra acción.

Debemos levantarnos, unidos en nuestra indignación, y trabajar incansablemente para poner fin a esta atrocidad.

Es hora de que el mundo defienda a aquellos que están siendo atacados injustamente, y con celeridad se activen los mecanismos para ayudarles a vivir en paz y libertad.

Quiero hoy, una vez más pedir que nos unamos para ayudar, para aliviar el dolor. Os suplico que hagamos todo lo que esté en nuestro alcance para poner fin a esta tragedia y para asegurar que los ciudadanos ucranianos puedan vivir en paz y libertad.

Sor Lucía desde Ucrania: "Regreso con insomnio y con angustia, con mucha tristeza"
Sor Lucía desde Ucrania: "Regreso con insomnio y con angustia, con mucha tristeza"

Debemos ofrecer nuestro apoyo, tanto moral como material, a aquellos que están en primera línea de esta lucha por la libertad y la paz.

No podemos permitir que el sufrimiento de Ucrania caiga en el olvido. Debemos recordar que su dolor es nuestro dolor, su lucha es nuestra lucha. Solo a través de la solidaridad y la acción conjunta podemos esperar poner fin a esta crisis y construir un mundo más justo y pacífico para todos.

En esta Semana Santa, mientras contemplamos a Jesús, quien fue injustamente maltratado y asesinado, no puedo evitar ver el paralelismos con las injusticias que están ocurriendo en Ucrania y en tantas partes del mundo. Jesús fue víctima de la opresión y la violencia, pero su mensaje de amor, compasión y justicia sigue resonando a través de los siglos, recordándonos nuestra responsabilidad de luchar contra la injusticia dondequiera que la encontremos. Dios no tiene manos. Tiene nuestras manos para construir, acariciar, bendecir.

Lo cierto es que la experiencia en la frontera de Rumania, donde se veían multitudes de personas que huían a la desesperada, superando la inclemencia de un frío extremo, lejos de congelar mis sentimientos y mi deseo de ayudar, me hizo arder en el deseo profundo de no abandonarles.

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